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17 de febrero de 2013

A CIEN AÑOS DE LA DECENA TRAGICA II--LOS PROTAGONISTAS

Siguiendo con el relato de la "Decena Trágica" ocurrida hace 100 años, hemos de presentar aquí a los protagonistas de aquel golpe militar. Todos ellos han pasado a la Historia como los malvados o villanos del cuento; ciertamente, fueron traicioneros y asesinos al fin, pero su actuar no fue en nada diferente al de los "héroes" oficiales reconocidos por el discurso oficial, que se traicionaron entre sí y se mataron entre sí por el Poder, debemos entender que Madero, en sí, lo que hizo no fue sino desatar la temporada de caza de la silla presidencial que había estado en veda durante el Porfiriato; como hemos dicho, Madero se hizo con ella mediante la lucha armada, y las elecciones de 1911 no fueron sino una forma de lograr legitimar tal victoria, por ello, él, su hermano Gustavo, convertido en diputado del Congreso Federal o sus seguidores presionaron a Bernardo Reyes a fin de hacerle imposible la campaña por la Presidencia y que "Don Panchito" ganase la Primera Magistratura del país. Madero incumplió sus promesas, no le interesaron las demandas sociales y conservó las estructuras del Porfiriato, sobre todo en el aspecto militar, combatiendo, a veces con gran crueldad a los Revolucionarios que le apoyaron en el derrocamiento de Díaz, lo cual, además fue un error ingenuo y estúpido, los militares que habían hecho carrera bajo el mandato del oaxaqueño no tenían simpatía alguna por el empresario norteño.

De esta forma, durante todo el año 1912, único completo en que Madero gobernó, las ineptitudes y promesas rotas de éste fueron desilusionando a gran parte de la población, mientras que Reyes, preso por intentar rebelarse desde inicios del año, era cada vez más popular. Aun así, el General jalisciense era visto como la esperanza para recuperar el orden y la paz.

Bernardo Reyes:
 Reyes es el que pudo ser y no fue; quizá el hombre que pudo haber convertido a México en gran potencia de haber tenido la oportunidad de llegar a la Presidencia; sin embargo, Díaz lo bloqueó siempre y lo mantuvo en un segundo plano, ora como Gobernador de Nuevo León, donde construyó su cacicazgo, ora como Secretario de la Defensa, negándole cualquier posibilidad de emerger; el propio Reyes además, nunca se atrevió lo mismo que su compañero de gabinete y rival José Yves Limantour, secretario de Hacienda, a romper con Díaz y aparecer como líder de una oposición, que, partiendo de las mismas bases del régimen, propusiera simplemente el cambio de mandatario ante la avanzada edad de éste, quizá porque sabían que a Don Porfirio, que se sentía el "necesario" no le iba a caer nada bien que sus subordinados planteasen sustituirlo. Tristemente, el Oaxaqueño tuvo mucha culpa en desatar la Revolución al designar como Vicepresidente, ante su vejez, a Ramón Corral, hacendado corrupto y de vida licenciosa, poco preparado para el mando, pero rico e influyente, en vez de a Reyes o a Limantour; ante tan triste panorama sucesorio, abrió la puerta a la Revolución.

Sobre Reyes colgaba la aurola de héroe con una brillantísima y fulgurante carrera militar, siendo todavía adolescente, combate en el Sitio de Querétaro contra Maximiliano de Habsburgo y sus partidarios, siendo condecorado por su valor; después, participa en las campañas en contra de aquellos Liberales que se han rebelado contra Juárez primero y Lerdo de Tejada después en la década de 1870, actuando también en las campañas contra los remanentes del movimento Conservador que quedaban en torno al líder campesino Manuel Lozada y secunda a Porfirio Díaz en su toma del poder, antes de los 30 años, ya es General y una de las principales espadas que derrota a los rebeldes militares que intentan perturbar la paz porfiriana o contra indígenas rebeldes Yaquis y Mayas. Lograda la paz, se mantuvo como un excelente gobernador, responsable del desarrollo industrial de Monterrey y del Estado de Nuevo León en general. No en balde, el ejército le adoraba y gran parte del pueblo también.

Tras el derrocamiento de Díaz, Reyes intentó llegar a un entendimiento con Madero, pero éste le relegó y ni siquiera le llamó al Gabinete o hizo caso a sus propuestas, para el ex-Gobernador de Nuevo León, era clara la inepcia de Madero y su subordinación a los intereses norteamericanos, por lo que intentó rebelarse, pero fue hecho prisionero y encarcelado en el antiguo Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, reconvertido en cárcel militar desde la Reforma Juarista; aún así, y sabiendo que gran parte del ejército le era adicto, y que también su popularidad entre la gente era altísima, Reyes siguió conspirando, y más cuando recibió como compañero de prisión al "Sobrino de su tío", el General Félix Díaz.

Félix Díaz:
Hijo del hermano menor de Don Porfirio: Felipe, nombre que luego cambió, al ingresar becado al Colegio Militar y para no oírse tan plebeyo, por "Félix" y que muriera en 1871, cuando, siendo Gobernador de Oaxaca, tuvo la ocurrencia de molestar a los indígenas Juchitecos, quienes habían sido una de las más fieles bases de poder de los hermanos Díaz Mori en el sureño estado, al destruir la imagen del santo patrono del pueblo en un arranque, bastante estúpido, de intolerancia religiosa por su fiel jacobinismo Liberal... evidentemente, fue linchado por los parroquianos.

Desde entonces, el pequeño Félix fue protegido por su tío Porfirio, de quien imitó, al llegar a la adultez, hasta el estilo de los bigotes, como puede verse en la foto, a diferencia de Reyes, un self made man, carismático y popular, Félix prosperó gracias a la generosidad de su tío, lo que le valió el jocoso apodo que mencionabamos al terminar de hablar de Don Bernardo, y así obtuvo multitud de ascensos en el ejército y puestos en la administración pública o en la diplomacia, pero mostrando siempre ser un acomplejado y carecer de talentos sea en la guerra, sea en la oficina, en resúmen, Félix era un verdadero "júnior"de esos que a la fecha, pululan bastante en México y obtienen por lo mismo puestos en empresas o en gobiernos. Ante la carencia de ambiciones de su primo Porfirio Porfirito Díaz Jr., el hijo del Dictador, que prefería dedicarse, pese a su formación militar, a la Ingeniería Civil, Félix se sintió como destinado a ser el heredero político del viejo Presidente, y a la caída de éste, no se resignó al Gobierno Maderista, sino que lo combatió. Como casi siempre en su vida, fue derrotado y condenado a muerte, pero Madero, en un gesto de bondad --o de imprudencia, o de ingenuidad, o de simple pendejez-- le perdonó la vida y en otro gesto todavía más torpe, lo trasladó de Veracruz a la Ciudad de México, encerrándolo en la misma prisión tlatelolca en la que se encontraba Reyes, ahí, ambos urdieron un plan en contra de Madero, con ayuda de uno de los más prestigiados comandantes militares de entonces:

Manuel Mondragón:
 Manuel Mondragón, aunque no era veterano de la Guerra contra el Imperio de Maximiliano y la intervención francesa, sí lo era de las luchas por la pacificación del país que impulsó Don Porfirio, y era otro Liberal a ultranza y nada Conservador, Católico, o partidario del Antiguo Régimen como lo pone Paco Ignacio Taibo II, la prueba está que educó muy liberalmente a su hija Carmen, que años después se haría conocer como activista feminista y escritora, así como una verdadera... amante y musa, dejémoslo así, de los pintores e intelectuales postrrevolucionarios, usando el muy indigenista apodo de Nahui Ollín (Cinco-Movimiento, Quinto Sol, en Náhuatl).

Mondragón además era un gran artillero, maestro de Felipe Angeles, quien pasaría a la Historia como el máximo representante de dicha arma en los anales militares mexicanos, y uno de los más grandes a nivel mundial, cuyas teorías y técnicas se estudian en varias academias militares, y se interesó mucho en los avances tecnológicos que se dieron en materia de cañones y armas automáticas a fines del siglo XIX e inicios del XX en la llamada "Paz Armada".

Viajando a Francia en la década de 1880 para estudiar un postgrado, tuvo oportunidad de conocer a los cañones manufacturados por la empresa gala Sait-Chamond, hechos para surtir a la artillería de campaña del ejército francés, aunque al final los mismos serían sustituidos por los fabricados por Ordnance, y que rugirían en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial. Mondragón era brillante, y diseñó mejoras para las piezas, adaptándolas para reducir el retroceso con la posibilidad de que el mástil de arrastre se entierre en el suelo para dar mayor estabilidad al momento del disparo, así como un mecanismo que hacía más veloz el proceso de carga y tiro; cuando, en 1890, dicho cañón salió de las fábricas francesas para equipar al Ejército Mexicano, se trataba de la pieza de artillería más rápida y más avanzada del mundo, con una cadencia de disparo de 21 tiros por minuto, mientras que modelos alemanes, franceses o británicos tenían una cadencia de 15 disparos por minuto. Dicha pieza no se utilizaría en la Primera Guerra Mundial, pero sí en la Revolución, y posteriormente, a partir de 1948, en las Guerras Arabe-Israelíes, dado que el naciente Estado Judío compró a México gran parte de material bélico que había quedado almacenado como excedente de nuestras luchas civiles, demostrando este cañón sus excelentes prestaciones. Igualmente, en 1893 Mondragón diseñó un rifle automático que en mucho es señalado como antepasado del M-16 o del AK-47.

Mondragón fue contactado por Reyes y Díaz a fines de 1912, planeándose que él conduciría tropas que se harían con el control de la prisión militar liberando a Reyes y a Félix, después, marcharían al Palacio Nacional, sede del Gobierno, en el centro de la Ciudad de México, estando ausente Madero y sus funcionarios del mismo, desde donde, previo acuerdo con el comandante de la guardia palatina, Reyes lanzaría una proclama desconociendo al Coahuilense, señalando la incapacidad de éste para gobernar y todos los males que había provocado en el país desde que se alzó en contra de Don Porfirio, acto seguido, el General jalisciense asumiría el Poder en forma provisional y constituiría un nuevo Gobierno, mientras que Madero y sus partidarios serían perseguidos y detenidos por alta traición y perturbar la paz pública.

Así, el 9 de febrero por la mañana se llevaría a cabo el plan, aunque no saldría bien por la defección del comandante de la Guardia del Palacio.

Lauro Villar:
 Veterano de la Guerra contra Maximiliano y los Franceses, Villar  era el comandante de la Guardia del Palacio Nacional y de la Ciudad de México, y había servido a todos los Presidentes desde Juárez hasta Madero, al principio pareció estar a favor del alzamiento, pero el 9 de febrero de 1913, cuando las tropas de Mondragón llegaron al Zócalo o Plaza de la Constitución, frente al Palacio Nacional, conduciendo en desfile victorioso a Bernardo Reyes y a Félix Díaz, cambió su postura.

Cuando Reyes, que marchaba al frente de la columna cabalgó hacia la puerta principal del Palacio, llamada "Puerta Mariana" por haber sido construida por el Presidente Mariano Arista hacia 1850 para ser el acceso de honor reservado para los mandatarios al recinto, fue ametrallado por los hombres de Villar, que ordenó defender la sede del Gobierno a sangre y fuego, desatándose una durísima batalla en la que Villar fue herido en el omóplato. Sin embargo, con Reyes muerto, los sublevados Mondragón y Díaz se retiraron a la Ciudadela, antigua fortaleza construida en tiempos Virreinales en un extremo de la ciudad, donde se harían fuertes por 13 días, mientras se cocinaba la caída de Madero. Sin Reyes, "el Sobrino de su Tio" ambicionaría ser el beneficiado y pensaba en reclamar para sí la Presidencia de la República.

Villar no conocía lealtades personales, sino a la institución; lejos de ser un Maderista fiel o considerar a éste el Presidente plenamente legítimo, al caer el Presidente y ascender a la Magistratura Victoriano Huerta, se sometió plenamente a sus órdenes; era pues, un hombre carente de independencia o iniciativa y sujeto totalmente a las órdenes del superior, fuese éste quien fuese. Con el pretexto de la herida, Madero nombraría como comandante de la Guardia, previa recomendación de Huerta a

Aureliano Blanquet:
 Liberal hasta la médula, un joven Aureliano Blanquet estuvo presente en la caída de Querétaro, al igual que Reyes, en 1867, es más, comandó el pelotón de fusilamiento que ejecutó al Emperador Maximiliano y le dio el tiro de gracia al desgraciado príncipe austriaco, siendo entonces un simple sargento. Llegado a General, había sido siempre reconocido por su ferocidad y sus juergas y presumir siempre que podía de haber sido el "salvador de la Patria" al matar al Archiduque Habsburgo; le unía una gran amistad con Huerta nacida al calor de las copas y las inhalaciones de cocaína, y sería quien se mantendría cerca de Madero durante la Decena Trágica, hasta que, al final, sería quien le aprehendería y entregaría a su asesino, el oficial de la Policía Rural Francisco Cárdenas.

Blanquet moriría en 1918, todavía aliado de Félix Díaz, encabezaría una rebelión contra Carranza; perseguido por las tropas de éste en Veracruz, caería a una barranca, encontrando la muerte, su cadáver sería decapitado y su cabeza exhibida como trofeo en Veracruz; finalmente, la muerte del "último príncipe heróico de Europa" habría sido vengada.

Victoriano Huerta:
 El que resultaría victorioso de los 13 días más largos de la Historia de México sería un indígena huichol o wixárika, nacido en Colotlán, Jalisco, y que también era veterano de la Guerra contra Maximiliano. Hacia 1865, las fuerzas republicanas del General Miguel Negrete llegaron al todavía hoy pobre y olvidado pueblo del norte de mi estado, cuyo nombre, curiosamente, en Náhuatl, quiere decir "lugar de escorpiones". Ahí, Negrete solicitó a alguien que quisiese servir a la Patria luchando contra los Franceses y el Imperio de Maximiliano a favor del Presidente Juárez siendo su secretario particular: requisito indispensable es que supiese leer, escribir y algo de matemáticas.

De entre todos los habitantes, solo un adolescente indígena huichol se presentó; era el alumno más aventajado de la pequeña escuela rural que el Cura del poblado que decidió buscar la vida en la aventura militar antes que quedarse a vivir la pobreza de una aldea en árida región. Ese joven no era otro que Huerta.

Terminada la guerra, y habiendo demostrado Huerta su valor y un extraordinario talento matemático que había servido en múltiples ocasiones para orientar los cañones, tanto Negrete como Donato Guerra, otro general Juarista, recomendaron que el joven indio ingresase en el Colegio Militar, cosa que se realizó, siendo uno de los más avanzados alumnos de la emblemática institución. Un día, Benito Juárez visitó al Colegio y se sintió gratamente sorprendido de identificar entre los alumnos a otro indígena como él, aunque de etnia diferente (Juárez, Zapoteca, Huerta, Huichol) y le felicitó personalmente:

--México espera mucho de los indios que se educan como Usted, no nos defraude.--le dijo mientras le apretaba la mano.

Huerta asintió sin decir nada, pero es claro que aquel episodio le impresionó: ¿si un Zapoteca habia llegado a la Presidencia, porqué un Wixárika no podía soñar alto?

Los Wixárika, como ellos se llaman a sí mismos o Huichol, como les denominan los indígenas Náhuas, y término (es un despectivo náhuatl para referirse a alguien que practica magia negra) que se ha extendido más para llamarles, tuvieron una cultura mucho menos desarrollada que la de los indigenas oaxaqueños, centrada en una Religión en la que se precisaba del consumo de psicotrópicos, como el peyote, una cactácea rica en mezcalina, para entrar en éxtasis y así buscar el contacto con las divinidades, mismas que están basadas en fenómenos celestes, como en la mayoría de los casos de los indígenas mesoamericanos en un culto orgiástico. Quizá eso motivó en Huerta su adicción al alcohol y a la cocaína (los Huicholes tienen tasas muy altas de adicciones, sobre todo a los licores, aparte de lo que les manda su tradición), así como su interés en la Astronomía.

A pesar de sus borracheras y de su crueldad manifestada en su forma de sofocar rebeliones, Huerta llegó a trabajar con Bernardo Reyes en Nuevo León como Secretario de Obras Públicas del estado, construyendo algunas infraestructuras muy reconocidas y que él mismo proyectó, mostrando su genio como matemático; después, hacia 1908, fue enviado a combatir la rebelión de Miguel Alemán (padre del después Presidente) destacándose por su ferocidad, misma que se incentivaba tras embriagarse o drogarse, sin que se le dejara de considerar competente. Tras la caída de Díaz, supo ganarse la confianza de Madero, que le envió primero, en compañía de Francisco Villa, a combatir a un antiguo aliado: Pascual Orozco, que se había rebelado con su "Plan de la Empacadora" contra el coahuilense, reclamando que pusiese atención a las demandas sociales. Huerta no quería nada a Villa, antiguo bandolero y militar improvisado, y cuando el ahora legendario "héroe" le fue insubordinado, Huerta lo mandó fusilar, Doroteo Arango (verdadero nombre del Centauro del Norte) frente al pelotón de fusilamiento se puso a llorar y a suplicar por su vida, arrodillándose ante el indígena (Villa, entre tanto, era un criollo de ascendencia española, como buen norteño) Huerta se sintió satisfecho con ello, se carcajeó y le perdonó la vida, mandándolo a prisión. En el futuro comandante de la "División del Norte", sin embargo, mantendría un profundo rencor contra aquel General indio, en cuya derrota colaboraría activamente, sobre todo con la victoria en Zacatecas.

Posteriormente, Madero lo envió al estado de Morelos a sofocar el alzamiento de otro de sus antiguos aliados: Emiliano Zapata. Lo hecho por Huerta ahí, con pleno conocimiento de Madero, no puede sino calificarse de actividad criminal de lesa humanidad, que por otro lado, era similar a los saqueos, destrucciones, violaciones y asesinatos masivos cometidos por las fuerzas del caudillo campesino; los morelenses, sometidos a dos fuegos,  no sabían a quién odiar más, si al Huichol o al presunto homosexual y otrora amante del yerno de Don Pofirio. Este, sin embargo, supo manejar bien su propaganda, tanto para que no se dudara de su imagen de "macho" como de que el "malo" era Huerta. Ante los señalamientos y presiones, Madero le retiró el mando a Huerta y lo cambió por un caballero: Felipe Angeles.

Huerta decidió que debía retirarse; arruinado por sus excesos, buscó el sustento como profesor de matemáticas y en eso estaba cuando estalló la rebelión del 9 de febrero. Lo que hizo después es materia del siguiente post.

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